Un poquito de humor paceño

Esta es una entrada antigua extraida de un bloggero paceño "El estido" Willy Camacho que seguro algunos lo reconoceran, a mi el texto me mato desde la primera ves que lo lei, es un poquito largo pero vale la pena leerlo.

Chuquiago Market: entre tecnología y tijeras


Hasta hace un par de décadas, a lo sumo, la calle Eloy Salmón y sus alrededores conformaban, en el imaginario urbandino, el famoso “Barrio Chino”, y aun hoy en día los paceños de la vieja guardia no conciben otro apelativo para esa zona, cosa que es difícil de entender, pues aunque allí se han realizado innumerables batidas policiales procurando capturar indocumentados asiáticos, ni siquiera en las alcantarillas se pudo encontrar algún chino; es más, no se encontró ningún vestigio que hiciera sospechar que alguna vez pasaron por esas calles. Los policías, como última opción, incluso llegaron a adiestrar canes para lograr su cometido: a fin de que sus olfatos pudiesen reconocer el aliento oriental, los sometieron a una dieta rica en ajo durante un año; luego, encerraron a los perros cinco días sin brindarles el alimento que ya estaban acostumbrados a ingerir, es decir, prácticamente los mataron de hambre. En ese estado, los soltaron en el “Barrio Chino”, de donde, luego de olfatear unos cuantos minutos, salieron disparados hacia el Mercado Rodríguez para atacar los puestos de especias y generar un caos público de proporciones épicas, lo que determinó el fin de las batidas.


En fin, actualmente, la Eloy cobija tiendas que ofrecen una amplia variedad de aparatos de última tecnología, la mayoría introducidos de contrabando, a precios menores en relación a los de los comercios legales del centro citadino. Así, cuando se necesita o desea algún electrodoméstico, una computadora, un celular, un televisor, etc., la Eloy es el lugar indicado para realizar la búsqueda y la compra. Los prósperos comerciantes de esta calle, para dar mayor comodidad a los clientes, han construido galerías donde el potencial comprador puede apreciar los productos exhibidos detrás de las vidrieras de decenas de locales. Uno de estos, que ofrece productos informáticos, exhibe cámaras web en funcionamiento para demostrar las virtudes del aparato, de tal forma que cuando uno se para frente a la vidriera, puede verse en la pantalla que recibe las imágenes captadas por la cámara. Esto es aprovechado por los que quieren descubrir cómo se verían si trabajasen en la televisión, y principalmente por quienes desean retocarse el peinado.


A pesar de su aparente despreocupación por la apariencia, el urbandino es un ser muy coqueto, especialmente en lo que respecta a su cabellera. Por más que muchos desconozcan el uso del shampoo y sus cabellos destilen aceite, jamás permiten que ninguno de ellos este fuera del lugar que el peine le ha asignado. El albañil paceño, por ejemplo, al concluir su jornada laboral, moja su cabeza con abundante agua y se peina con esmero; luego, para salir a la calle, se coloca una gorra al estilo aureola, es decir, con magistral habilidad, consigue que la gorra permanezca sobre su cabeza sin alterar el peinado, casi flotando por encima de los cabellos.


Ahora bien, muchas veces, ya sea por el viento, un chubasco inesperado o la broma de un amigo, el peinado suele perturbarse; pero también suele ocurrir que el urbandino cree que está despeinado, aunque esto no sea cierto. Probablemente por eso, no desaprovecha ningún espejo para cerciorarse de la compostura capilar. Hace años, no era raro encontrar personas moviendo los retrovisores de los autos a una posición cómoda para poder ejercer su derecho de peine; ahora no es muy frecuente observar eso, pues las alarmas bulliciosas hacen escapar a los paranoicos coquetos. Pero hay más espejos “públicos” en la Ínclita: las puertas de vidrio oscuro de los hoteles, los vidrios “raybanizados” de los coches, los inmensos retrovisores internos de los micros, etc. Y también hay lugares que son visitados sólo para poder pasar revista al peinado: algunos entran a las vidrierías fingiendo estar interesados por algo y se dedican a retocar el copete frente a los espejos que allí se venden; otros entran a una tienda de ropa, escogen cualquier prenda y, luego de entrar al probador y aprovechar su espejo, salen de ahí sin comprar nada; y no faltan los que se pasan varios minutos subiendo y bajando en un ascensor sólo para perfeccionar el peinado ante su espejo.


Esta preocupación por el peinado se refleja en la proliferación de peluquerías. Particularmente, la calle Santa Cruz alberga decenas de salones que ofrecen cortes de cabello por cinco bolivianos (60 centavos de dólar). Lamentablemente, el servicio no incluye garantía; por eso, el azar juega un rol importante al momento de decidir a cuál peluquería entrar. Los peluqueros están en las puertas de los salones ofreciendo sus servicios a cualquier viandante, esmerándose más cuando advierten que alguno está buscando dónde someterse a las tijeras. “Pase nomás, joven, un buen cortecito le voy a hacer, tengo Playboy”. Y el joven, tentado por las peladas de la revista, ingresa en la peluquería, confiando que esta vez el peluquero elegido sepa del oficio. Ya ubicado en el sillón, con la revista en las manos, escucha la pregunta de rigor: “¿Cómo le voy a cortar, joven?”. “Bien, ojalá”, piensa él, pero dice: “Rebajame los costados e igualame las puntitas de arriba; la melena dejamela como está”. Dicho esto, el peluquero comienza la poda, y el joven, el voyeurismo. Pasados quince minutos, el trabajo ya ha concluido; empleando un espejo portátil, el peluquero le muestra al cliente cómo ha quedado su nuca, para que tenga un panorama completo del corte realizado. “Me ha jodido el cabello”, piensa, pero asiente con la cabeza y luego es rociado con alcohol, acción que demuestra la higiene de estos servicios. El joven sale puteando internamente, pero de nada serviría reclamar, porque en cuestión de peluquería se cumple a cabalidad la expresión “lo hecho, hecho está”, ¿acaso se podrían colar los cabellos cortados?; además, es demasiado arriesgado discutir con alguien que tiene una navaja circulando por tus mejillas. Lógicamente, el joven se detendrá en cuanto espejo “público” halle a su paso y, empapando sus dedos con saliva, fijará en su sitio los mechones rebeldes, tratando de subsanar la incompetencia del peluquero. Después de unos días, ya se habrá acostumbrado a su nueva apariencia; sin embargo, para prevenir otra mala experiencia, decidirá no volver a pisar una peluquería y optará por cortarse el cabello él mismo, para lo cual, comprará una maquinita que vio en el Barrio Chino, justo al lado de la tienda de cámaras web.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ES MUY BUENO SABER Q TODAVIA HAY GENTE Q LE INTERESA LO QUE PASA ENLAS CALLES DE LAS PAZ Y COMO HAN IDO EVOLUCIONANDO AL PASO DEL TIEMPO, ES LA CLASE DE COMPILACION DE INFORMACION QUE NECESITAN LOS PACEÑOS, Y TAMBIEN UN TANTO DE OBSERVACION DE PARTE DE CADA "CHUKUTA" NO ESTARIA MASL, PORQUE LA MÁGIA QUER SE DESARROLA EN EL AMBIENTE DE LA CIUDAD DE LA PAZ ES INCREIBLE , TANTA HISTORIA Y TANTA VIVENCIA Q SE TIENE...PUES ES UNA HISTORIA DE NUNCA ACABAR! BUEN TRABAJO!

Anónimo dijo...

QUE BUEN MATERIAL!!!, PARA UN BUEN PACEÑO ESTO SI QUE ES, MUESTRA DE LA CULTURA PACEÑA, LOS MODOS DE VIDA, LAS COSTUMBRES, POR CIERTO ESO DE LA PELUQUERIAS, ESTA BUENO.
Y HABER SI PONEN MAS ENTRADAS COMO ESTA QUE TE DAN A CONOCER LA MAGIA DE NUESTRA CIUDAD :)

Anónimo dijo...

este blog, esta muy bonito, tiene muchas cosas ciertas y chistosas, no duden visitarlo, se los aconsejo

Patricia Apaza
chiquitita_a7@hotmail.com

Anónimo dijo...

este blog, esta muy bonito, tiene muchas cosas ciertas y chistosas, no duden visitarlo, se los aconsejo

Patricia Apaza
chiquitita_a7@hotmail.com

Anónimo dijo...

Excelente estido, ni mas ni menos